Susana Rodríguez Lezaun no ha abandonado la novela negra, que estén tranquilos sus fieles lectores.
Pero muchos autores, más de los creéis, tienen en el cajón novelas de aquellas que han escrito en un momento de inspiración, porque su cuerpo les pedía escribir eso, y se topan con sus editores y agentes que les decimos aquella frase que no quieren escuchar: «Ahora no es el momento de esta novela».
Pueden haber muchas razones distintas por las que se lo decimos, pero la principal suele ser que esa novela no entra dentro del género que está publicando en ese momento, y despistaríamos a los lectores.
No es una manía del mundo editorial, sino una realidad en la mayoría de los casos. Y aunque es difícil de explicar al autor y que este te escuche, Susana, autora obediente donde las haya, nos hizo caso. Sin embargo, pero siempre tuvo la espinita de esta novela más literaria guardada en ese cajón mágico.
En ella habla de una guerra, y de las emociones más profundas y dolorosas de la condición humana. Así que, después de varias novelas, decidimos apostar por Mañana acabará todo, que llevaba otro título, con una editorial donde tuviera sentido ubicarla.
La Navona editorial apostó por esta voz más literaria de una autora con un nombre ya en el mercado. Llegar hasta aquí no fue fácil, y ahora tenemos que convencer al público, pero una novela como esta no podía estar más en el cajón.
Porque habla de la guerra, concretamente la de Yugoslavia, que parece que ya nadie recuerda porque, lamentablemente, han venido y estamos viviendo otras guerras. (A veces no comprendo como el mundo puede seguir girando con estos frentes abiertos tan cercanos a nosotros y no seamos capaces de hacer nada para evitarlos o ponerles fin).
En esta novela, en medio de la llanura entre caminos estrechos y campos silvestres, hay un burdel. Fiodor se formó en los mejores restaurantes de Francia, pero ahora trabaja como cocinero en aquel caserón y hace caso a todo lo que Rita, la madame, le manda. Lo que le es imposible imaginar es que la guerra les arrebatará aquel lugar del mundo, el único hogar que ambos han conocido. Después de siete largos y devastadores años, Fiodor volverá a aquella casa para reconstruir los cimientos del edificio y los de su propia alma. Deberá aprender a convivir con Dunja y Daniela y verá crecer a Zoran y, poco a poco, podrá volver a cocinar.
Con un estilo afilado e irónico, Susana Rodríguez Lezaun retrata, a través de sus personajes, la agonía de la lucha por un mañana incierto e inalcanzable. Una historia de cómo la guerra paraliza la vida de quienes la sufren, pero también de resiliencia y de lucha por reconstruir desde las cenizas en busca de un futuro mejor.
Una novela escrita hace años, pero que desafortunadamente está de rabiosa actualidad por una guerra que siempre es lo mismo: dolor y muerte de personas inocentes que están en un lugar donde creían seguro. Y que, de un día para otro, sin saber por qué, lo pierden todo. Otros, como en el caso de Fiodor, aceptan y sobreviven para reconstruir aquello que una guerra les arrebató.
No hubiéramos publicado esta novela si no tuviera sentido hacerlo. Ahora más que nunca lo tiene, porque novelas como esta nos recolocan a través de una historia que te atrapa, y te hace reflexionar en que el ser humano no cambia y tropieza siempre con la misma piedra.
Y que, por mucho que creamos que un conflicto tiene una razón de ser, las guerras en sí mismas le hacen perder el sentido a toda razón y se lleva por delante demasiadas cosas buenas.