Hace tiempo que Irene Ochoa se sentía atrapada en un callejón sin salida cuyos muros se estrechaban a medida que las palizas por parte de Marcos, su marido, se convertían en una rutina. No tiene más armas que su instinto de supervivencia. No hay otra opción: la vida de Marcos o la suya. La oportunidad se presenta un miércoles, cuando él llega más borracho de lo normal y, tras un par de tragos, se queda profundamente dormido. Horas más tarde, los bomberos llegan y la policía investiga las causas de un incendio.
Los indicios apuntan a una muerte accidental. Todo ha salido según lo planeado, pero lo que Irene no podía imaginar es que se enamoraría perdidamente del inspector David Vázquez, el encargado del caso, y que para defender esa nueva vida tendrá que adoptar medidas drásticas. Mientras Pamplona sigue conmocionada por el accidente, el inspector Vázquez deberá resolver uno de los casos más escabrosos a los que se haya enfrentado jamás: varios peregrinos del Camino de Santiago han aparecido muertos en Roncesvalles, a solo unos kilómetros, y todo apunta a que es obra de un asesino en serie.