La nieve cae lentamente sobre Barcelona el día de Navidad de 1926. Como si fuera un presagio, Alba nace esa mañana en el barrio de Sants en el seno de una familia humilde. Desde el principio, influida por su madre y su abuela, la pequeña muestra unas habilidades culinarias extraordinarias que causan la admiración de quienes tienen la fortuna de degustar sus fantásticos platos.
Veinte años después, en plena posguerra, Alba lucha por hacer realidad su sueño de convertirse en repostera. Su inspiración la encuentra en Mateu Serra, quien, muchos años atrás, armado de una iniciativa y un coraje fuera de lo común, creó la panadería Serra, germen de la famosísima pastelería Escribà, donde Alba, después de un largo periplo, comienza a trabajar como dependienta. Testimonio excepcional de una época de cambios, la joven tendrá ocasión de demostrar sus aptitudes, que la situarán más cerca del éxito de lo que nunca se habría atrevido a imaginar.
El mágico mundo de la repostería —Christian Escribà es uno de los pasteleros más famosos del mundo— encuentra en El obrador de los prodigios su lugar natural, ese lugar en el que pasión, valentía y creatividad se combinan para forjar un destino.