Primavera de 1919, plaza de la Font del Lleó, Caldes de Montbui. Lola acaba de quedar huérfana de madre y llega al pueblo para cumplir su última voluntad, entregar una cajita de música a Ignasi Ventura, el propietario del Balneario Ventura, que se conmueve al ver a la joven, por su parecido con Violeta, su madre, que abandonó el lugar cuando era joven. Sin tener a dónde ir y en pleno duelo, Lola decide quedarse en el balneario, impulsada por la curiosidad sobre Ignasi.
Salen a la luz secretos familiares, y las tensiones personales y sociales se magnifican en el Balneario Ventura, que se convertirá en una bella metáfora del crecimiento personal de Lola y del cambio social de la época, con la proclamación de la Segunda República.
«Durante el resto de mi vida, recordaría aquel momento en que el agua caliente manaba de la fuente felina sin cesar, mientras yo me untaba con el perfume de lirio de mi madre para levantarme con la fuerza necesaria para desgarrar el tiempo. Quería penetrar en lo más sagrado: su memoria».